COMO LA BODA MISMA

Capitulo 1

No pretenden ser estas breves líneas ( O no tan breves depende lo que mole al personal) ningún manual infalible sobre la asistencias a bodas, bautizos o comuniones que te caen del cielo como un ladrillo gafa de una obra, no tiene ningún objetivo pedagógico sino más bien graciológico y desesperado, porque pasada cierta década ya vas viniendo de vuelta de según qué histéricos alardes festivos, tu tiempo se vuelve más pausado y no estas para esos trotes atemporales, pero llega, y que levante la mano el que no se ve reflejado en esta pamplina que les dejo.

No, no estoy hablando de esas bodas que de verdad sabes que son inexcusable porque son tuyas y por entrañables las esperas con ansias, esas van de oficio vital…

Ahí está… Como un mensaje del diablo, como las trompetas de Gericó derribando murallas imaginarias, como el galope de los cuatro caballos del apocalipsis que vienen a sacarte los ojos con una cuchara… Como es costumbre en nuestra tierra de Huelva para este caso de eventos, la dolorosa no te llega por correo, la esperas o no, la temes siempre y lo de desearlo lo dejamos para otro día, pero llegar llega… LA INVITACIÓN DE BODAS.

No, no estoy hablando de esas bodas que de verdad sabes que son inexcusable porque son tuyas y por entrañables las esperas con ansias, esas van de oficio vital… Te hablo de esas otras, de esas que conoces a los novios de refilón y malamente, que te caen por tercer, cuarto o vigesimoséptimo grado de consanguineidad, de la del hijo del compañero que te ha metido a dolor en la lista y no veas el malaje que le da a los novios… En fin hablo de esas bodas. Son tremendas, se te apetecen lo mismo que un balonazo en tus partes, te coge ya viejo y prudente para ponerte la corbata en la cabeza y no digamos del destrozo que te monta en la cuenta del banco… Y todo esto por un honor perfectamente prescindible en tu vida.

Y hablo de la moneda con todo el conocimiento que la experiencia ha ido dejando en ca uno…Y lo digo por varios motivos. En el mismo momento el que el mensajero del miedo abandona tu hogar después de dejarte la “Tostá” encima de la mesa, suena la frase lapidaria que el mundo conoce desde que existe una mujer “Pues yo no tengo que ponerme” Yo no tengo que ponerme, dice… Cientos de zapatos de todos los colores, formas, tipos, forros y marcas que alguno se han usado menos que un costurero en un barco pirata. Una panópila sin fin de trajes de noche, fiesta, coctel, de verano, otoño, primavera, invierno y entretiempo, un armario más apretado que una milhojas (Los vestidores son cosas de otro planeta y solo los ves en Neflix. La mayor parte de las veces, los mortales tenemos un cuerpo de armario y fin), y otro sin fin de cajas por cada rincón del universo llenas con la ropa de la temporada contraria a la que estamos, verdaderas cajas del tiempo… Pero no tiene que ponerse, con lo que la primera en la frente… Y para ti?

Tu como hombre recio de costumbres espartanas tienes un traje, que el pobre es como Kit el coche fantástico, tú le dices a la solapa donde es la boda y la hora y el muchacho va solo… A todo lo más y si el tiempo es de buenos vientos tu doña te encaja una corbata nueva, porque todos sabemos que la CIA, el MI6 y el Mossat tienen un departamento exclusivos con los últimos avances tecnológicos para determinar si repites corbata de la boda anterior, y eso tiene menos perdón que una vacuna al sol.

Vamos que con un dogal nuevo tú vas apañado que te las pelas…

Continuará…